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lunes, 9 de diciembre de 2013
EMOCIONES Y SALUD
Salud y Enfermedad
Se puede definir enfermedad como una alteración mas o menos grave en la fisiología o funcionamiento del cuerpo, y se puede definir salud estar libre de enfermedad, pero para nuestro efecto, la enfermedad no es únicamente dolor y la salud no es únicamente ausencia de enfermedad sino un proceso complejo de adaptación en el que confluyen factores biológicos, psicológicos y sociales.
La salud del hombre es un proceso complejo sustentado sobre la base de un equilibrio entre factores biopsicosociales. Lograr que el hombre se adapte a su medio implica la manutención de la adecuada sincronización de las funciones de los sistemas de su organismo y en caso del surgimiento de un desequilibrio, esta adaptación depende del restablecimiento de ese equilibrio (López, 1999).
La enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la mente y ante todo debemos aceptarla y cada cual debe tomar la dirección y la responsabilidad de su salud.
Emociones
Podemos encontrar una gran variedad de explicaciones sobre qué son las emociones, como por ejemplo:
- Proceso que se activa cuando el organismo detecta algún peligro, amenaza o desequilibrio con el fin de movilizar los recursos a su alcance para controlar la situación (Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
- Funciones biológicas fundamentales, producto de la evolución, que permiten al organismo sobrevivir en entornos hostiles, por lo que se han conservado prácticamente intactas a través de la historia evolutiva (Le Doux, 1999).
Pero todas coinciden en algo: las emociones son procesos adaptativos, entonces, ¿Por qué y cómo intervienen en unos casos y determinan en otros, mecanismos que favorecen la enfermedad?
Una de las claves a la hora de entender la repercusión de las emociones en la salud es la conceptualización del proceso emocional. En él aparecen dos filtros entre la situación interna o externa que desencadena el proceso y la manifestación de las emociones en el sujeto protagonista (Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
El primero de ellos, la evaluación valorativa, modulará la activación emocional en sus componentes de experiencia subjetiva o sentimiento, expresión corporal, tendencia a la acción y respuestas fisiológicas y será el responsable del reajuste de las emociones a las demandas del entorno; pero, también, puede ser el responsable de que las emociones pierdan su valor adaptativo y sean, entonces, perjudiciales para la salud (Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
El segundo filtro, que actúa entre la activación y la expresión emocional, se refiere a los mecanismos socioculturales de control emocional que determinan en gran medida los estilos de afrontamiento, es decir, las estrategias que cada persona pone en juego para responder ante las emociones (Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
En resumen, la función adaptativa de las emociones va a depender de la evaluación que la persona haga del estímulo, es decir, del significado que le dé a este, y de la respuesta de afrontamiento que genere.
Relación entre Emociones y Salud
Como habíamos dicho, la salud humana es un complejo proceso sustentado sobre el equilibrio de factores biopsicosociales, es decir, una persona sana tiene en equilibrio tanto su cuerpo como su mente en adaptación con su entorno.
De lo anterior se desprende, que existe una relación entre mente y cuerpo y que la falta de equilibrio en uno de ellos, afecta el equilibrio y el buen funcionamiento del otro. La enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la mente.
De esta relación mente/cuerpo nace la medicina psicosomática, que se centra en el estudio de las interacciones entre los procesos psicológicos (mente) y la ocurrencia de ciertas enfermedades (cuerpo).
Establecida la relación, el psicólogo Robert Ader se dedicó a investigar como influyen ciertos procesos psicológicos, las emociones, en la salud (USA, 1974). Es así como nace un nuevo campo de investigación, la Psiconeuroinmunología (PNI), que estudia los vínculos que existen entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso central. Su mismo nombre reconoce las relaciones: psico o "mente"; neuro, que se refiere al sistema neuroendocrino ( que incluye el sistema nervioso y los sistemas hormonales); e inmunología, que se refiere al sistema inmunológico. Ha sido utilizada para establecer posibles relaciones entre los factores de comportamiento y la progresión de enfermedades.
Según Ader, hay una infinidad de modos en que el sistema nervioso central y sistema inmunológico se comunican: sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no están separados sino íntimamente interrelacionados.
Se está descubriendo que los mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y en el sistema inmunológico son aquellos que son más densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. A cargo de estas investigaciones está el psicólogo David Felten. Él comenzó notando que las emociones ejercen un efecto poderoso en el sistema nervioso autónomo (SNA), que es el que regula diversas funciones del organismo. Detectó un punto de reunión en donde el SNA se comunica directamente con los linfocitos y los macrófagos, células del sistema inmunológico. Se descubrieron contactos semejantes a sinapsis, en los que los terminales nerviosas del SNA tiene terminaciones que se apoyan directamente en estas células inmunológicas. Este contacto físico permite que las células nerviosas liberen neurotransmisores para regular estas células (Goleman, 1996).
Luego de diversos estudios, David Felten concluyó que sin esas terminaciones nerviosas el sistema inmunológico no responde como debería al desafío de las bacterias y los virus invasores. En resumen, el sistema nervioso no sólo se conecta con el sistema inmunológico, sino que es esencial para la función inmunológica adecuada.
Otra vía clave que relaciona las emociones y el sistema inmunológico es la influencia de las hormonas que se liberan con el estrés. Las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) y el cortisol, entre otras, obstaculizan la función de las células inmunológicas: el estrés anula la resistencia inmunológica, supuestamente en una conservación de energía que da prioridad a la emergencia más inmediata, que es una mayor presión para la supervivencia (Goleman, 1996).
Basándose en esto, se ha establecido la hipótesis de que el estrés y las emociones negativas, como la ira, la ansiedad y la depresión, podían ser la causa de ciertas enfermedades. Las investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientes como para establecer una relación causal, pero sí, se reconoce que, estas emociones, afectan la vulnerabilidad de las personas a contraer enfermedades. Asimismo, se investiga si las emociones positivas son beneficiosas a la hora de la recuperación de la enfermedad.
También, las emociones y la salud se relacionan cuando una ya está enfermo, podemos ser emocionalmente frágiles mientras estamos enfermos porque nuestro bienestar mental se basa, en parte, en la ilusión de invulnerabilidad. La enfermedad hace estallar esa ilusión, atacando la premisa de que nuestro mundo privado está a salvo y seguro. De pronto nos sentimos débiles, impotentes y vulnerables. La emoción más típica cuando estamos enfermos es el miedo.
Emociones Negativas
Se ha descubierto que las emociones negativas, como la ira, la ansiedad o la depresión, y también el estrés, debilitan la eficacia de ciertas células inmunológicas.
Estudios confirman que las emociones perturbadoras son malas para la salud. Se descubrió que las personas que experimentan ansiedad crónica, prolongados períodos de tristeza y pesimismo, tensión continua u hostilidad, cinismo o suspicacias implacables, tenían el doble de riesgo de contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras pépticas y problemas cardíacos. Esta magnitud hace que las emociones perturbadoras sean un factor de riesgo tan dañino como lo son, por ejemplo, el hábito de fumar o el colesterol elevado para los problemas cardíacos, es decir, una importante amenaza a la salud (Goleman, 1996).
Lo anterior no indica, en modo alguno, que todos aquellos que tengan estos sentimientos serán más vulnerables a una enfermedad.
Influencia de la Ira en la salud
La ira es una emoción negativa que influye en la salud, fundamentalmente generando problemas en el corazón.
Estudios realizados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford han descubierto el impacto que la ira tiene en la función cardíaca: en pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco, cuando se sentían furiosos e incluso cuando recordaban esos episodios, se producía una disminución de la eficacia de bombeo de su corazón, la cual no se observó con otros sentimientos perturbadores como la ansiedad. (Goleman, 1996).
Por supuesto que nadie está diciendo que la ira por sí sola provoque una enfermedad coronaria, esta es sólo uno de varios factores interactivos. Como los doctores explican, aún no se puede decir si la ira y la hostilidad juegan un papel causal en el desarrollo temprano de la enfermedad coronaria, o si esta intensifica el problema una vez que la enfermedad ha comenzado, o si ocurren ambas cosas. Pero tomemos el caso de una persona que se enfurece repetidas veces. Cada episodio de ira añade una tensión adicional al corazón aumentando su ritmo cardíaco y su presión sanguínea. Cuando esto se repite una y otra vez, puede causar un daño, sobretodo debido a que la turbulencia con que la sangre fluye a través de la arteria coronaria con cada latido puede provocar microdesgarramientos en los vasos, donde se desarrolla la placa. Por eso, si su ritmo cardíaco es más rápido y su presión sanguínea más elevada porque está furioso habitualmente, tendrá mayor probabilidad de producir una enfermedad coronaria (Goleman, 1996).
Enfermedad coronaria se refiere a una serie de males que se presentan cuando una o más de las arterias coronarias se bloquean de manera parcial o total a causa de los depósitos que se acumulan en las paredes arteriales. Las arterias coronarias engrosadas se hacen rígidas y estrechas y pueden interrumpir el suministro de sangre al corazón de modo temporal o permanente (Davidoff, 1989).
Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard pidió a pacientes que habían sufrido una ataque cardíaco que describieran su estado emocional en las horas anteriores al mismo: estaban furiosos. Sin embargo esto no significa que se debería suprimir la ira cuando esta es adecuada, ya que existen pruebas de que suprimir tales sentimientos aumenta la agitación del cuerpo y la presión sanguínea. El hecho de que se exprese la ira o no es menos importante que el hecho de saber si la ira es crónica o no. Una muestra de hostilidad ocasional no es peligrosa para la salud, el problema surge cuando la hostilidad se vuelve tan constante que define la personalidad. Las personas con personalidad Tipo A aparentan ser agresivas y hostiles, hablan fuerte, rápido y en forma explosiva; muestran un sistema nervioso autónomo muy sensible, reaccionan de modo excesivo ante la tensión. Esta reactividad exagerada conduce a un ritmo cardíaco rápido, sensación de urgencia, impaciencia y hostilidad. Las prisas, las competencias y cosas parecidas aumentan la tensión acelerando la excitación simpática y contribuyendo más a la posibilidad de problemas coronarios (Davidoff, 1989).
El complejo ira-hostilidad se considera el aspecto psicológico que permite entender la influencia de los procesos emocionales en los trastornos cardiovasculares. Este complejo no es unitario, sino que está configurado por distintas variables psicológicas, las que en los hombres pueden variar con respecto a las mujeres (Breva y Palmero, 1998).
Influencia de la Ansiedad en la Salud
La ansiedad es una emoción negativa, una perturbación provocada por las presiones de la vida diaria. Es la emoción con mayor peso como prueba científica al relacionarla con el inicio de la enfermedad y el curso de la recuperación.
Como todas las emociones, la ansiedad, tiene utilidad adaptativa: nos ayuda a prepararnos para enfrentarnos a algún peligro. Pero en la vida moderna, es más frecuente que sea desproporcionada y fuera de lugar; la perturbación se produce ante las situaciones con las que debemos vivir o que son evocadas por la mente, no por peligros reales que debemos enfrentar. Por esta razón se esta convirtiendo en un riesgo para la salud si se presenta en forma crónica. Si las angustian perduran, estas amenazan la salud; una mayor cantidad de cambios en la vida y de molestias está vinculada con una mayor probabilidad de enfermedades físicas.
La ansiedad influye, principalmente, en la contracción de enfermedades infecciosas tales como resfriados, gripes y herpes. Estamos constantemente expuestos a esos virus, pero normalmente nuestro sistema inmunológico los combate, sin embargo, con la ansiedad esas defensas fallan. Las diferencias en resistencia a las enfermedades infecciosas se deben, en parte, a las tensiones de la vida. Cuantas más ansiedades existan, mayor será la incidencia de males infecciosos.
Durante la tensión las respuestas hormonales suprimen ciertas funciones inmunológicas, haciendo que las personas sean más susceptibles a los patógenos que causan los males infecciosos. Cuando la ansiedad persiste, las actividades inmunológicas pueden estar deprimidas.
Un estudio realizado en parejas casadas que durante tres meses llevaron listas diarias de peleas y episodios perturbadores mostró que: tres o cuatro días después de una serie especialmente intensa de preocupaciones, cayeron enfermos de un resfriado una infección al aparato respiratorio superior. Ese período es precisamente el tiempo de incubación de muchos virus comunes del resfriado, lo que sugiere que estar expuestos mientras tenían mayores preocupaciones y trastornos los hizo especialmente vulnerables (Goleman, 1996).
Lo mismo se aplica para el virus del herpes: tanto el tipo que provoca llagas en los labios como el que origina lesiones genitales. Cuando las personas han quedado expuestas al virus del herpes, está permanece latente en el organismo y se manifiesta de vez en cuando. La actividad del virus del herpes puede ser rastreada por los niveles de anticuerpos del mismo que hay en la sangre. Utilizando esta medición, la reactivación del virus se ha encontrado en estudiantes de medicina que se encuentran rindiendo exámenes de fin de año y en mujeres recién separadas.
El precio de la ansiedad no sólo es que disminuye la respuesta inmunológica; otra investigación está mostrando efectos adversos en el sistema cardiovascular. Mientras la hostilidad crónica y episodios repetidos de ira parecen poner a los hombres en un gran riesgo de enfermedad cardíaca, las emociones más mortales en las mujeres pueden ser la ansiedad y el temor. Lo que ocurre es que sistema nervioso simpático activado hace que los riñones retengan sal, la cual altera la regulación de la presión arterial en las personas susceptibles debido a las preocupaciones (Davidoff, 1989).
También la ansiedad tiene un papel relevante, en situaciones tales como las operaciones quirúrgicas, el Dr. Camran Nezhat, de la Universidad de Stanford dice: "si alguien debe someterse a una cirugía y me dice que ese día siente pánico y no quiere pasar por ella, cancelo la intervención. Cualquier cirujano sabe que las personas que están muy asustadas tienen problemas durante la operación. Sufren hemorragias abundantes y más infecciones y complicaciones; además, tardan más tiempo en recuperarse".
La razón es evidente: el pánico y la ansiedad elevan la presión sanguínea y las venas dilatadas por la presión, sangran más abundantemente cuando el cirujano hace la incisión con el bisturí. La hemorragia excesiva es una de las complicaciones quirúrgicas más molestas y puede provocar la muerte (Goleman, 1996).
Debido a que el costo médico de la ansiedad es tan alto, las técnicas de relajación se utilizan para aliviar los síntomas de una amplia variedad de enfermedades. Estas incluyen problemas cardiovasculares, algunos tipos de diabetes, artritis, asma, alteraciones gastrointestinales y dolor crónico, por nombrar algunas.
Influencia del Estrés en la Salud
El fisiólogo Hans Seyle describió el estrés como una respuesta orgánica de tres fases:
Fase de Alarma: Preparación de respuestas adaptativas.
Fase de Resistencia: presentación de respuestas y participación de procesos emocionales y psíquicos, para restablecer el equilibrio.
Fase de Agotamiento: cuando el organismo ya no es capaz de generar más respuestas adaptativas, se satura la capacidad de adaptación y se presenta la desadaptación alterándose la homeostasis orgánica.
Esto ocurre si los estímulos son muy intensos, se repiten frecuentemente o persisten por mucho tiempo (Rodríguez y Vega, 1998).
Las respuestas que se presentan durante la fase de resistencia al estresor, como son: aumento en al secreción de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina), de cortisol y encefalina, aumento de aminoácidos circulantes, aumento de la glicemia, entre otras; hacen que el sistema inmunológico se vea afectado deteriorando la función de las células inmunológicas (T, B, T asesinas).
El estrés mental crónico parece inducir la superproducción de un producto químico, el péptido derivado del gen de la calcitonina en los terminales nerviosos de la piel. Por esto, el péptido recubre excesivamente la superficie de ciertas células inmunológicas (células de Langerhans), cuya tarea es capturar agentes infecciosos y entregarlos a los linfocitos para que el sistema inmune pueda contrarrestar su presencia. Debido a la menor vigilancia en una vía importante de acceso, el cuerpo es más vulnerable a las infecciones (Damasio, 1994).
Con lo anterior podemos darnos cuenta de lo nocivo que puede llegar a ser el estrés, pero aún así no es causa directa de enfermedades. El estrés no causa la enfermedad en sí, sino que impide la recuperación porque baja las defensas del cuerpo y aumenta la sensibilidad de la persona a los problemas físicos que han existido anteriormente (Reeve, 1994).
Múltiples estudios clínicos han demostrado que la palabra más adecuada para describir la relación entre estrés y salud es impacto, pues los factores psicosociales no son causa de enfermedad, sino que desempeñan un rol en la alteración de la susceptibilidad del paciente a las enfermedades (Rodríguez y Vega, 1998).
Estudios han demostrado que estresores potenciales como: grandes cambios en la vida, situaciones vitales crónicas y pérdida del apoyo social, están relacionados con enfermedades cardiovasculares, debido a que la secreción de hormonas durante el estrés parecen contribuir en este tipo de enfermedades, ya que: incrementan la tendencia de coagulación de la sangre, (si un coágulo se aloja en la arteria coronaria es probable sufrir un ataque cardíaco), elevan los niveles de ácidos grasos libres y triglicéridos que obstruyen las arterias, y aumentan la presión arterial (Davidoff, 1989).
En cuanto a la contracción de enfermedades infecciosas como virus del herpes o de la gripe, el estrés influye ya que debilita la acción del sistema inmunológico.
La relación entre estrés y cáncer parece estar en los efectos supresores del estrés en el sistema inmunológico. Si se deprimen las funciones inmunológicas, los organismos tienen menos capacidad para enfrentarse a los agentes cancerígenos (Davidoff, 1989).
Beneficio de las Emociones Positivas en la Salud
La prueba de los efectos médicos adversos de la ira, la ansiedad y el estrés es innegable. Tanto la ira como la ansiedad, cuando son crónicas, pueden hacer que la gente sea más propensa a una serie de enfermedades. Pero si la perturbación emocional crónica en sus diversas formas es nociva, la variedad opuesta de emociones ¿puede resultar beneficiosa?.
Muchos preconizan que la risa y el buen humor pueden ser herramientas efectivas para enfrentarse a la enfermedad. La capacidad de estar de buen humor imprime sentido de perspectiva a nuestros problemas. La risa brinda una liberación física de las tensiones acumuladas y por tanto se espera que todo aquello que logre que el hombre se mantenga emocionalmente estable y lejos de experiencias desagradables puede contribuir a que el sistema inmunológico funcione óptimamente (López, 1999).
Pese a lo anterior, investigaciones indican que las emociones positivas pueden resultar beneficiosas hasta cierto grado. Así como las emociones negativas hacen más vulnerables a las personas a contraer enfermedades, pero no las causan, las emociones positivas ayudan a sobrellevar la enfermedad y favorecen el proceso de recuperación, pero por sí solas no logran mejorar a la persona.
El optimismo y la esperanza también resultan beneficiosos. La gente que tiene muchas esperanzas es más capaz de resistir en circunstancias penosas, incluidas las dificultades médicas. En cuanto al optimismo hay diversas explicaciones. Una teoría propone que el pesimismo conduce a la depresión, que a su vez interfiere en el sistema inmunológico, con la consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo haría lo contrario. Otra explicación indica que puede tratarse de que los pesimistas descuidan su propia persona; algunos estudios han descubierto que los pesimistas fuman y beben más, y hacen menos ejercicios que los optimistas, son en general más descuidados con su salud. Podría resultar que la fisiología del optimismo es de cierta utilidad biológica para la lucha del organismo contra la enfermedad (Goleman, 1996).
Conclusión
Conocer las propias emociones es algo fundamental. Reconocer cuál es la emoción que estamos sintiendo, en el momento en que la sentimos es tremendamente útil, ya que nos permite un mayor conocimiento de nosotros mismo y también nos permite saber canalizar y expresar esas emociones hacia los demás de manera adecuada.
Todas las emociones son buenas, mirándolas desde el papel adaptativo que juegan, sin embargo hoy se sabe que hay algunas que si se salen de los limites normales y se vuelven crónicas, ya no son tan buenas.
En la comunidad científica ya se acepta que las emociones tienen cierta influencia en la salud: se reconoce un vínculo físico entre el sistema nervioso y el inmunológico, que hace que estos sistemas, sobre todo el inmunológico dependa del nervioso para su correcto funcionamiento. Así, las emociones negativas y el estrés afectan al sistema inmunológico, haciéndolo más vulnerable; y las emociones positivas, el buen humor, el optimismo y la esperanza, junto al apoyo de otros, ayudan a soportar una enfermedad y facilitar su recuperación. Con esto, se estableció la relación mente/cuerpo, que permitió el nacimiento de una nueva disciplina de estudio, la Psiconeuroinmunnología.
Todos estos descubrimientos tienen una aplicación innegable para los profesionales de la salud en el tratamiento de las enfermedades, ya que deberán considerar un tratamiento integral para el paciente que considere tanto los factores físicos como los psicológicos de este. En otras palabras el paciente estará sano cuando se haya curado de la enfermedad (illness: experiencia que el paciente tiene del mal que lo aqueja), mas que de la patología (disease: trastorno médico).
Algunos cambios para la medicina en el tratamiento de enfermedades, tomando en cuenta el efecto de las emociones en la salud, serían: ayudar a la gente a manejar mejor sus sentimientos perturbadores (ira, ansiedad, depresión, pesimismo y soledad) ya que es una forma de prevención de la enfermedad; y
atender las necesidades psicológicas de los pacientes al mismo tiempo que las médicas.
Si los descubrimientos sobre emociones y salud significan algo, es que el cuidado médico que pasa por alto lo que la gente siente mientras lucha con una enfermedad grave o crónica, ya no es adecuado.
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