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martes, 22 de julio de 2014
REFLEXIÓN DEL DÍA
Cuando nos aferramos a algo, obtenemos su opuesto. Esta es la profunda dialéctica de la Existencia. Lo esperado nunca llega. Lo deseado, nunca es alcanzado. El deseo nunca es satisfecho. Cuanto más deseas, más lejos te vas. En cualquier dimensión, da lo mismo; la ley es la misma. Si pides demasido de algo, simplemente con pedirlo, lo pierdes.
Si alguien pide amor, no tendrá amor, porque el pedirmismo hace de él alguien repugnante, poco digno de amor. El mismo acto de pedir se convierte en la barrera. Nadie podrá amarte si estás pidiendo que te amen. Nadie podrá amarte. Solamente podrás ser amado cuando no lo pidas. El acto mismo de no pedirlo te vuelve bello, te relaja.
Es como cuando cierras el puño y el aire que contenía la mano abierta se te escapa. Con la mano abierta tienes todo el aire, pero cuando cierras el puño, con el mismo cerrar, dejas escapar el aire. Puede que pienses que cuando cierras el puño tienes en tu poder el aire, pero en el instante en que tratas de poseerlo, se te escapa. Con la mano abierta tienes todo el aire y tú eres el amo. Con el puño cerrado, tú eres el que pierde; lo has perdido todo. No hay aire en tu mano.
Y cuanto más cierras el puño, menos aire puede contener. Pero así es como trabaja la mente, éste es el absurdo de la mente: si sientes que no tienes aire, cierras aún más el puño. La lógica dice, "Es mejor que lo cierres. Has perdido ya todo el aire. Lo has perdido porque no lo tenías bien cerrado. No cerraste el puño como debías. Fue un fallo tuyo en cierta manera. Has cerrado mal el puño; por eso el aire se escapó. De modo que ciérralo más, ciérralo más, y con el acto mismo de cerrarlo, lo estás dejando escapar. Pero así es como ocurre.
Si amo a alguien, me vuelvo posesivo. Empiezo a cerrarme. Cuanto más me cierro, más amor se pierde. La mente dice, "Ciérrate aún más" y trata de hacerlo, pero de alguna forma sigue habiendo un escape. Por eso se pierde el amor. Cuanto más me cierro, más lo pierdo. Solamente con una mano abierta se puede poseer el amor; solamente con una mano abierta, sólo con una mente abierta, puede convertirse el amor en un florecimiento. Y así sucede con todo.
Si amas la vida en exceso, te cierras, te conviertes en un cadáver aun estando vivo. De modo que una persona que está llena de apego por la vida, es un cadáver, está ya muerto, es sólo un cuerpo sin vida. Cuanto más siente que es un cadáver, más anhela estar vivo, pero desconoce esa dialéctica. El deseo mismo es venenoso. Una persona que no anhela en absoluto la vida, una persona como Buda—sin deseo por la vida—vive apasionada-mente. Florece en una vitalidad perfecta, total.
OSHO / Meditación: El Arte del Éxtasis
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