Soñar es un sistema curativo en sí mismo. Y, además, puede potenciarse aún más. Algo que ha sido utilizado en diversas formas desde los más remotos tiempos. Vamos a explicar algunas de las claves fundamentales para curar a través de los sueños.
LA FUNCIÓN TERAPÉUTICA DEL SUEÑO
Si aceptásemos que la mayor parte de las enfermedades tienen un origen (más cercano o más remoto) en el entramado psíquico del individuo tendríamos que reconocer también que los sueños obran como una magnífica catarsis.
Para contribuir a la curación del cuerpo no basta con descansar. Hay que dormir y soñar. Normalmente, durante una enfermedad los sueños son más intensos, vividos e impactantes. A veces parecen especialmente confusos, raros y surrealistas. Pero igual que el cuerpo, ante la enfermedad, siempre busca la manera de resolver el conflicto (lo consiga o no) los sueños siempre buscan también la manera de resolver el conflicto original.
Por eso es importante no interferir. Hay que dormir y dejar que "Morfeo" ponga en escena todos los factores que, exhibiéndose, ordenándose y llevando a efecto todas sus oníricas consecuencias den como resultado un estado psíquico diferente.
Soñar es curarse.
Y, por tanto, la mejor actitud frente a la enfermedad aguda es dormir y dejar que el sueño haga su trabajo.
POTENCIANDO LA CAPACIDAD CURATIVA DEL SUEÑO
Usar el poder del mundo onírico para curar es posible desde dos enfoques distintos:
1. La persona capaz de mantener la lucidez en los sueños tiene a su disposición un potente arsenal de potencialidades o "poderes" curativos que puede usar a voluntad.
2. La persona que no mantiene la lucidez en los sueños puede, de todas formas, utilizar el mundo onírico como medio de curación.
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