Cuando…
…puedo llegar a ser consciente de mí mismo durante esos momentos que se me hacen tan duros emocionalmente hablando (momentos de ansiedad, miedo, angustia, tristeza, llanto… o una combinación de varios de ellos) no solamente observando mi estado de ánimo sino sobre todo A MÍ MISMO EN ÉL.
Cuando…
…puedo llegar a verme entonces como si fuera un mero observador silencioso que estuviera a mi lado, junto a mí… un observador que me mira con comprensión, pero sin enjuiciarme, ni obligarse (para tratar contraproducentemente de vencer así a mi estado) a tener que adjetivar dichas sensaciones como: positivas, negativas, buenas, malas, normales, raras, ilógicas,… porque no las confunde consigo mismo, con su Ser.
Cuando no…
…me presiono por ello ni a rechazar ni a ignorar el vivir plenamente esos momentos de mi vida, esas emociones, esos pensamientos… y me doy cuenta que dejar fluir mis emociones en mí no significa obligatoriamente exteriorizarlas todo el tiempo ni tan siquiera tener que hacerles caso a cada uno de los pensamientos que las originaron…
Empiezo a sentir…
…una paz interior como nunca antes viví, siento que mi ruido mental se reduce, debido al hecho de haber permitido estar a mis emociones de una manera que nunca habría sospechado que pudiera yo tener el valor de hacer, que pudiera ser saludable para mi cuerpo y mi mente sentirlas de esa forma. No siento la ansiedad y el temor que brotaba antes en mí al pensar que mi labor era tener que controlarlas y maniatarlas en todo momento y situación.
Empiezo a ver que…
…realmente estoy comprendiendo en mí (y no solo sabiendo de una manera teórica o intelectual) que el deseo de mis emociones siempre fue el de FLUIR LIBREMENTE por mi cuerpo. Mis emociones (al igual que mis pensamientos) están en mí, las observo, las escucho atentamente, tomo nota de ellas… pero me acabo de dar cuenta, realmente, de que nunca fueron Yo, tan sólo una parte de mi Ser. Ahora no las personalizo en mí y siento de pronto que mi consciencia acaba de despertar, me siento ser más Yo mismo.
Siento la alegría de…
…darme cuenta de que estoy aprendiendo una habilidad nueva, que nadie me enseñó hasta ahora, quizás porque ninguna de las personas que estuvo a mi alrededor la llegó a conocer. Y sé que conforme vaya pudiendo ponerla en práctica iré aumentando mi confianza, autoestima y tranquilidad; rebajando con ello mi ansiedad, miedo y estrés ante el temor de que se esté aproximando una tormenta emocional.
Compruebo con sorpresa que…
…al dejarlas libres en mí, mis emociones (contrariamente a lo que siempre temí) NO han comenzado a devorarme por dentro, porque al no estarles inyectando ya el sufrimiento que hasta ahora solía añadirles (por mi inconsciencia pasada y falta de comprensión de lo que realmente era mi mundo emocional) se produce una liberación en mí, una relajación, al no sentir ya la necesidad ansiosa de controlarlas a cada momento, al no tener ya miedo a SU libertad.
Entiendo…
…que en el futuro, muchas de las emociones que sentiré seguirán siendo desagradables, algunas continuarán trayéndome dolor, pero será un dolor que ahora sé que es natural y saludable, que me indica que estoy vivo, que muestra que tengo sentimientos, que soy humano; es un DOLOR PURO, al que no le añado ya sufrimiento por mi parte, es un dolor no “sufriente” que me sana porque sencillamente puedo vivirlo, con humildad y naturalidad, vivirlo tal y como ES. Llega, lo atiendo, le escucho y se va, mucho más rápidamente que antes, cuando empezaba a pelearme con él o a ignorarlo en cuanto llegaba.
Y veo que…
…sigo siendo sensible a mis emociones, más que nunca, ellas siguen en mí pero no las molesto, ellas se expresan dentro de mí, surcan mi cuerpo con la libertad que en ningún momento les debí negar. No efectúo ninguna acción mental dirigida a tratar de detenerlas, manipularlas, forzarlas o ignorarlas porque ya no las temo. Me voy dando cuenta de que cada vez sentiré menos angustia y ansiedad por esas situaciones que estimaba tan peligrosas para mí, esos hechos que me hacían sentir COMO SI perdiera el equilibrio.
Y también noto que…
…al contrario de lo que pensaba que sucedería, sigo sintiendo compasión y empatía por los demás, más que nunca. No me he vuelto una persona fría, dura y sin sentimientos, sino un SER HUMANO pleno, mucho más real y genuino de lo que hasta ahora fui, porque ahora me entiendo verdaderamente a mí mismo y estoy en disposición, si se diera el caso, de poder ayudar adecuadamente a otras personas de una manera saludable tanto para ellas como para mí, porque las comprendo al igual que me comprendo a mí mismo, y ellas se van a dar cuenta de ello, a sentirlo así sabrán que las ayudo entendiéndolas y no porque me sienta obligado a tratar de calmarlas movido por la culpa o por mi incomodidad ante sus propios estados emocionales, que tanto me han recordado en muchísimas ocasiones a los míos.
Acabo de aprender a…
…sentirme cómodo en los momentos incómodos, porque ahora sé que esos estados y emociones que clasifiqué como “negativos” o “ilógicos” nunca estuvieron en mi contra, sino que tan sólo trataban de ayudarme a recobrar mi equilibrio psicológico …y lo único que tuve que hacer para verlo es justamente lo que nunca hice, dejarles estar en mí sin confundirme con ellos, tan sólo mirarlos desde la orilla como un observador sereno que presencia un río que fluye.
HABILIDAD EMOCIONAL.
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