lunes, 10 de diciembre de 2012

EL KARMA




Cada pensamiento, palabra y obra es una causa que crea un efecto. A un nivel simple, si vamos a trabajar, nos pagarán, si hacemos ejercicios, estaremos fuertes. Por lo tanto, el budismo enseña que el destino no es arbitrario, ni e
s impuesto por una fuerza sobrenatural, sino que nosotros lo creamos en cada instante.

La doctrina del karma tiene una gran implicancia: no podemos culpar a nadie más por nuestro sufrimiento. Claro que esto no significa que los demás no cuentan; ellos tendrán la recompensa por sus propias acciones. Lo importante es que nuestro sufrimiento proviene de nuestro interior, no del exterior. A pesar de que esto parece estricto, de hecho es en extremo liberador.

Después de todo, no podemos cambiar a la otra gente. Mejor dicho, la única manera de cambiar a otras personas es cambiar la manera en que nos relacionamos con ellas, cambiándonos primero a nosotros mismos.

El karma no es una cuestión solamente individual. También compartimos el karma con nuestras familias. Asimismo, lo compartimos con nuestras comunidades y la sociedad en general. Ha habido muchos intentos de mejorar la sociedad por medio de revoluciones: la revolución industrial, la revolución de clases, y así. Sin embargo, a menos que tengamos un medio de hacer una revolución en nuestras vidas, no podemos esperar alcanzar una paz y una sociedad constructiva permanentes. Sin que podamos superar nuestra cólera, por ejemplo, ¿cómo podemos esperar detener la guerra?

Al superar nuestro propio karma, por lo tanto, comenzamos una reacción en cadena para cambiar el karma de nuestras familias, de nuestras comunidades y del mundo.

Daisaku Ikeda

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