martes, 9 de abril de 2013

Los Siete Rayos y Sus Virtudes


LOS DECRETOS Y LOS SIETE RAYOS.

"¡Decretarás una cosa y se te manifestará!"

(Maestro El Morya)
Un decreto es un edicto, una decisión, un poderoso manifiesto. Es un mandato del hijo o hija de Dios dado en el nombre de la presencia YO SOY.

Los decretos refuerzan el poder de la luz, la vida y el amor que se encuentra dentro de nosotros. Deben ser dirigidos hacia la presencia YO SOY (el Yo divino interno) y hacia el Santo Ser Crístico (la identidad Crística) en nosotros, así como a los seres cósmicos altamente evolucionados. De esta manera se afianzan las energías y el amor, con el fin de amplificar, a niveles de ilimitada comprensión, la acción del decreto según se manifiesta en el mundo del tiempo y el espacio.

Además, los decretos son una afirmación de que podemos llegar a la finalidad lógica: por ley cósmica, las ideas expresadas en palabras tienen que hacerse realidad cuando se dan en nombre de la Deidad y con la autoridad de la llama Crística.

Una vez que la consciencia se expande lo suficiente, los sentimientos se elevan, los pensamientos se espiritualizan y el decreto se transforma en melodía dentro del corazón y del alma. No existen palabras que puedan describir el maravilloso sentimiento de paz, júbilo, libertad y felicidad en ese momento. El poder del decreto, de la palabra hablada, es pues, un método de realización divina.

Hay siete Rayos cósmicos dirigidos cada uno por un Maestro Ascendido. Estos Rayos inciden sobre la humanidad, y la han ayudado a evolucionar a lo largo de la historia en sus diferentes ciclos, según la característica o virtud que se tuviese que desarrollar en ese ciclo. Estos Rayos poseen sus correspondientes virtudes. Cada persona pertenece a uno u otro Rayo, según sus características, sus puntos fuertes o dones, o su misión en el Planeta y el tipo de energía que tenga que canalizar para el bien común. No obstante dentro de una persona deben desarrollarse, finalmente, todas las virtudes equilibradamente.


Rayos, Colores y Virtudes:

Azul: Protección, voluntad, fe, poder
Dorado: Iluminación, sabiduría, inteligencia
Rosa: Amor divino, cohesión magnética
Blanco: Ascención, pureza, paz
Verde: Verdad, salud, vida, curación
Oro-rubí: Prosperidad, suministro
Violeta: Transmutación, perdón, libertad,compasión

•Propósitos:

Azul: Invocamos este rayo para estimular la fé, para pedir protección, para lograr fortaleza.

Dorado: Lo invocamos para desarrollar la Intuición y despertar el Cristo Interno, para el despertar de la Conciencia.

Rosa: Lo invocamos para desarrollar el amor compasivo, para perdonar, para atraer por cohesión magnética lo que nos corresponde por derecho de conciencia.

Blanco: Lo invocamos para desarrollar el amor compasivo, para perdonar, para atraer por cohesión magnética lo que nos corresponde por derecho de conciencia.

Verde: Invócalo cuando necesites salud y vida; para ver la Verdad en todo y para manifestar la Verdad y la Vida.

Oro-Rubí: Invócalo siempre que necesites prosperidad en cualquier ámbito de tu vida y también para tranquilizarte a ti o a otros.

Violeta: Para disolver y transmutar cualquier energía mal calificada; para liberarse de ataduras de cualquier clase, para desapegarse.

•Decretos:

Los maestros aconsejan repetir cada día con real consciencia decretos relacionados con cada virtud que invocamos. Imagínate llenándote de cada color e imagínate que el color de cada rayo te envuelve. Si no lo puedes hacer en voz alta y en tu casa, hazlo mientras vas para tu trabajo, mentalmente o mientras realizas otra tarea.

Inicialmente, pronuncia el decreto lenta y claramente, sin esforzarte, hasta que puedas comprender plenamente el significado de su contenido. Después, concéntrate en el ritmo y comienza a acelerarlo. Verás como tu mente puede aprender a seguir con la velocidad del relámpago los conceptos y la descarga del poder que se presenta a medida que recitas los decretos con mayor facilidad.

Es importante respirar profunda y regularmente, usando el poder del aliento del fuego de Dios para proyectar la luz a través de todo el cuerpo y después hacia el mundo, para bendecir toda vida con la magnetización de la energía de Dios enfocada a través de la llama de nuestro corazón.

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