jueves, 8 de enero de 2015

LA IRA


La ira es una alteración incontrolada del estado de la mente. 
Se produce por un daño, real o imaginario, que activa una fuerte emoción que va unida al deseo de devolver el daño supuestamente recibido. 
La ira elimina la razón y destruye el corazón, es un signo de debilidad mental. 
No hay error que no podamos cometer si estamos bajo el dominio de un estado irascible. Los grados de la ira.
La irritación, el resentimiento, la indignación, la cólera, la rabia. Todas son manifestaciones de la ira, clasificadas según el grado de intensidad emocional que la acompaña.
La ira en su forma más frecuente es un sentimiento repentino de irritación o disgusto. Si es persistente se convierte en resentimiento. El resentimiento es un cavilar amargo acerca de las injusticias de las que creemos ser objeto.
La cólera y la rabia son los sentimientos más exaltados de la ira. Son emociones muy destructivas que nos llevan más allá de los límites de la prudencia y que pueden arrastrarnos hacia una violencia descontrolada.
La ira es la mayoría de las veces un sentimiento egoísta. Habitualmente surge de la percepción de que se está atentando contra nuestro ego o contra la imagen que queremos proyectar, ya sea real o imaginario.
La indignación justificada, por el contrario, es un disgusto impersonal y no egoísta hacia actos indignos cometidos generalmente hacia otras personas.
La indignación justificada, si es auténtica, deriva en actos que no van seguidos de remordimiento, ni les sigue el arrepentimiento.
Un ejemplo puede ser que una persona moleste o agreda a alguien y otra se indigne y salga en su defensa evitando dicha acción.
A esto se le podría llamar indignación justificada.
La ira destruye el ánimo, daña el sistema nervioso y la salud. Cuando una ola de ira surge en la mente muchos ingredientes y hormonas se vierten en la sangre.
Unos pocos minutos de temperamento muy acalorado y violento pueden producir efectos tan perjudiciales en el sistema nervioso y en la salud, que nos llevará varios días recuperarnos.
Muchas enfermedades del corazón y del sistema nervioso se deben a los efectos de una ira descontrolada.
Cuando la ira gobierna nuestro ánimo cualquier resquicio de razón desaparece.
Si nos dejamos atrapar por la ira perdemos nuestra capacidad de comprensión. El intelecto se ofusca y no podemos pensar adecuadamente.
Muchas dificultades que encontramos en nuestro día a día son consecuencia de la ira.
Si nos enfurecemos con mucha frecuencia perderemos la batalla de la vida.
Swami Sivananda


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