jueves, 6 de septiembre de 2012

¿NECESITAS CONTROLAR LA IRA?

Vivimos rodeados de personas, familiares, amigos, y todo tipo de relaciones menores, gente que interactúa con nosotros sólo unos momentos en el día, compañeros de trabajo, aquellos que atienden los comercios que frecuentamos, vecinos, y aquellos a quienes vemos una sola vez en la vida, en la calle o en el colectivo.
¿Cómo hacer para que la relación con todos ellos sea armoniosa? ¿Cómo hacer para que no nos molesten sus actitudes, aunque muchas veces nos perjudiquen? Desde el que se nos adelanta en la cola del supermercado, o el jefe que nos hace difícil nuestro día en la oficina, hasta nuestra pareja que nos hace reproches, o nuestra madre que no se detiene en su propósito de enseñarnos a vivir. ¿Cómo ser tolerantes con cada uno de ellos? ¿Cómo generar amor en cada situación para que la persona que nos genera molestia o enojo se vuelva un hermano del alma?
Sai Baba enseña tres simples pasos para esto, y recuerdo una entrevista,en el primer viaje a Prashanti, durante la cual me puntualizó el tema, al ver mi poca tolerancia, con lo que mi personalidad juzgaba como inoperancias ajenas. El primero es ver las faltas propias, por insignificantes que sean, como enormes, como si nos mirásemos con lupa y sin excusarnos por nada.
Vernos a nosotros mismos como los causantes de esa situación, que tanto nos afecta en nuestro ego. La segunda acción es considerar las faltas de los demás por enormes que sean como insignificantes.. Entendemos que esa persona que nos enoja, sólo está haciendo lo que puede y está aprendiendo a vivir como nosotros. Su aparición en nuestro día es una prueba para que avancemos, aprendamos, trabajemos nuestra tolerancia y generemos amor. Y el tercer requisito es recordar siempre la omnipresencia de Dios, con el nombre o la forma que cada uno elija, Dios siempre está presente en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida, por lo tanto si recordásemos eso, si tuviésemos conciencia de Dios, nunca actuaríamos mal ni ofenderíamos a nuestros hermanos, ya que Dios está también en cada uno de ellos.
Jesús decía: “Lo que le hicieres al menor de mis hermanos, me lo estás haciendo a mi”.

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