¿Cuál es la diferencia entre mi ego y mi ser espiritual? Tengo entendido que Freud decía que el ego era el ser físico, emocional y mental. ¿El ego, es lo que los sicólogos llaman el “yo”?
Imagínate por un momento que eres una manzana con
Imagínate por un momento que eres una manzana con
una preciosa cáscara brillante. Pules la cáscara cada día, y parece hermosa a la vista de todo el mundo.
Esa manzana es como nuestras personalidades. Nuestras personalidades están llenas de máscaras. Llenas de conceptos ideales de cómo tendríamos que comportarnos y qué tendríamos que hacer. Estos conceptos ideales nos dicen que deberíamos ser gente buena, que no deberíamos enojarnos, que deberíamos ser exitosos, que deberíamos ser padres amorosos. Nos proveen con un billón de presunciones acerca de cómo tendríamos que ser.
Y caminamos durante toda nuestra vida pretendiendo ser eso. Continuamos puliendo el afuera, pero el centro y la esencia de quienes somos tiene un gusano muy grande arrastrándose por dentro. Y este gusano ha sido creado por rabia, depresión, auto-abandono, pérdida del espíritu y pérdida de la verdad de quienes somos.
Para que la parte exterior de la manzana sea realmente brillante – sea realmente perfecta, sea realmente luminosa - tenemos que ir adentro y remover lo que no es real. Ese gusano grande y feo ha estado nadando alrededor de nuestra conciencia, bloqueando la luz del amor incondicional en nuestras raíces o en nuestro centro.
Así es que este Sistema va hacia adentro y comienza a desintegrar a este gusano. Lo empieza a sacar pedazo a pedazo. Y a medida que los pedazos van saliendo, comenzamos a ver las mentiras. Comenzamos a ver las máscaras, comenzamos a ver la falta de verdad. Comenzamos a escuchar las voces que nos mantienen en limitación.
En realidad, comenzamos a ser concientes de nosotros mismos. Y al mismo tiempo, nos hacemos concientes de lo que no somos.
La esencia o el centro de lo que somos es la unidad, que es ilimitada, el amor que nunca cambia. Y lo que no somos también se vuelve muy claro.
Entonces, nos permitimos ser eso y ver a través de ello. Nos permitimos ser esos pedazos del gusano que están atrapados dentro de esta hermosa manzana y los expulsamos. Expulsamos cada pedazo que no sirve.
Y luego el centro, o el amor, que se había hecho diminuto, nuevamente comienza a brillar. Y el interior de la manzana se limpia y todo se completa. Entonces la superficie adquiere una nueva brillantez más luminosa – que es la verdad, que es lo natural – porque ha abrazado cada aspecto de si misma. Ha abrazado cada una de las partes que no quería ver.
Es la unidad de la unión.
Siempre digo que para poder ser divino, uno tiene que estar dispuesto a ser un cien por ciento humano. Tenemos que estar dispuestos a abrazar cada aspecto que juzgamos de nosotros mismos.
Necesitamos abrazar la codicia, necesitamos abrazar el miedo.
Necesitamos abrazar los celos.
Necesitamos abrazar la ira.
Necesitamos abrazar el egoísmo.
Necesitamos abrazar cada una de las partes que hemos estado escondiendo bajo la falsa brillantez de la cáscara de la manzana, para poder llegar a ser absolutamente completos.
Una persona iluminada no es una “buena persona”.
Una persona iluminada no es una persona que “da y da para recibir aprobación”.
Una persona iluminada no es una persona que abandona su grandeza para poder “encajar”.
Una persona iluminada no es una persona arrogante, o “dueña de si misma”, o que enmascara de alguna otra manera una multitud de cosas que percibimos como pecados.
Una persona iluminada es solo un niño inocente que vive en cada momento un cien por ciento, dándole amor a su Ser y a todos los demás, sabiendo que también son el Ser.
Ese es el yo de la unión, ese el yo de la Unidad, ese es el yo de la iluminación.
El yo de la personalidad, o el ego, es apenas ese gusano gordo que ha estado merodeando por ahí, comiéndose el interior de la manzana e impidiendo que la luz emane desde el centro.
Y es muy importante que también amemos a ese gusano, porque el también es la Unidad.
Esa manzana es como nuestras personalidades. Nuestras personalidades están llenas de máscaras. Llenas de conceptos ideales de cómo tendríamos que comportarnos y qué tendríamos que hacer. Estos conceptos ideales nos dicen que deberíamos ser gente buena, que no deberíamos enojarnos, que deberíamos ser exitosos, que deberíamos ser padres amorosos. Nos proveen con un billón de presunciones acerca de cómo tendríamos que ser.
Y caminamos durante toda nuestra vida pretendiendo ser eso. Continuamos puliendo el afuera, pero el centro y la esencia de quienes somos tiene un gusano muy grande arrastrándose por dentro. Y este gusano ha sido creado por rabia, depresión, auto-abandono, pérdida del espíritu y pérdida de la verdad de quienes somos.
Para que la parte exterior de la manzana sea realmente brillante – sea realmente perfecta, sea realmente luminosa - tenemos que ir adentro y remover lo que no es real. Ese gusano grande y feo ha estado nadando alrededor de nuestra conciencia, bloqueando la luz del amor incondicional en nuestras raíces o en nuestro centro.
Así es que este Sistema va hacia adentro y comienza a desintegrar a este gusano. Lo empieza a sacar pedazo a pedazo. Y a medida que los pedazos van saliendo, comenzamos a ver las mentiras. Comenzamos a ver las máscaras, comenzamos a ver la falta de verdad. Comenzamos a escuchar las voces que nos mantienen en limitación.
En realidad, comenzamos a ser concientes de nosotros mismos. Y al mismo tiempo, nos hacemos concientes de lo que no somos.
La esencia o el centro de lo que somos es la unidad, que es ilimitada, el amor que nunca cambia. Y lo que no somos también se vuelve muy claro.
Entonces, nos permitimos ser eso y ver a través de ello. Nos permitimos ser esos pedazos del gusano que están atrapados dentro de esta hermosa manzana y los expulsamos. Expulsamos cada pedazo que no sirve.
Y luego el centro, o el amor, que se había hecho diminuto, nuevamente comienza a brillar. Y el interior de la manzana se limpia y todo se completa. Entonces la superficie adquiere una nueva brillantez más luminosa – que es la verdad, que es lo natural – porque ha abrazado cada aspecto de si misma. Ha abrazado cada una de las partes que no quería ver.
Es la unidad de la unión.
Siempre digo que para poder ser divino, uno tiene que estar dispuesto a ser un cien por ciento humano. Tenemos que estar dispuestos a abrazar cada aspecto que juzgamos de nosotros mismos.
Necesitamos abrazar la codicia, necesitamos abrazar el miedo.
Necesitamos abrazar los celos.
Necesitamos abrazar la ira.
Necesitamos abrazar el egoísmo.
Necesitamos abrazar cada una de las partes que hemos estado escondiendo bajo la falsa brillantez de la cáscara de la manzana, para poder llegar a ser absolutamente completos.
Una persona iluminada no es una “buena persona”.
Una persona iluminada no es una persona que “da y da para recibir aprobación”.
Una persona iluminada no es una persona que abandona su grandeza para poder “encajar”.
Una persona iluminada no es una persona arrogante, o “dueña de si misma”, o que enmascara de alguna otra manera una multitud de cosas que percibimos como pecados.
Una persona iluminada es solo un niño inocente que vive en cada momento un cien por ciento, dándole amor a su Ser y a todos los demás, sabiendo que también son el Ser.
Ese es el yo de la unión, ese el yo de la Unidad, ese es el yo de la iluminación.
El yo de la personalidad, o el ego, es apenas ese gusano gordo que ha estado merodeando por ahí, comiéndose el interior de la manzana e impidiendo que la luz emane desde el centro.
Y es muy importante que también amemos a ese gusano, porque el también es la Unidad.
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